El rincón del pediatra

Dr. Fernando García-Sala Viguer | Pediatra colegiado Nº 7565

El reflujo gastro esofágico (RGE) es el trastorno gastroenterológico más común en la infancia y se debe a una inmadurez funcional de un esfínter situado entre el esófago y el estómago que en condiciones normales impide el retroceso de los alimentos nuevamente hacia el esófago. Podemos encontrarnos con un RGE simple en el que solo se produce una pequeña regurgitación sin patología acompañante y el RGE patológico en el que se acompaña de desmedro, quemaduras en el esófago por presencia continuada de ácidos del estómago y problemas respiratorios crónicos.

Las causas son varias, desde una predisposición genética, a problemas anatómicos que van mejorando conforme el niño crece, o factores funcionales que suelen ser transitorios por lo que mejoran con el tiempo, a presencia de obesidad en los adolescentes como causa del RGE el cual mejora al perder peso y por último a la ingesta de algún medicamento o tóxicos como el tabaco, alcohol, etc. La relajación del esfínter suele ser transitoria y se puede producir por tomar mucho líquido o alimentos en abundancia que sobrepasan la capacidad gástrica. Se puede dar a cualquier edad, siendo muy habitual en lactantes por debajo de los 18 meses. Si el problema persiste más allá de los 2 años, nos encontramos ante un RGE crónico que precisará el concurso de especialistas en la materia.

Clínicamente se puede manifestar por regurgitaciones, irritabilidad, llanto, trastornos en el sueño y dificultad para alimentarse y en menor porcentaje nos podemos encontrar con sibilancias (pitos), pérdida de peso, hipo, ronquera, salivación excesiva, laringitis de repetición, halitosis, erosiones dentales, tos nocturna crónica y neumonías de repetición. Es decir puede presentar una sintomatología muy florida o pequeños síntomas aislados que ante la cronicidad de los mismos nos harán pensar en la existencia de un RGE. Si el desarrollo pondero-estatural del niño es correcto y solo presenta regurgitaciones como clínica del trastorno lo etiquetaremos de RGE fisiológico. Si se acompaña de problemas asociados hablaremos de RGE patológico.

El diagnóstico suele ser clínico, en los fisiológicos no solemos hacer ningún tipo de exploración adicional. En los casos de RGE patológico en el que se acompaña de los síntomas antes mencionados realizaremos un tránsito gastrointestinal de utilidad limitada, gammagrafía con isótopos que nos dará el diagnóstico pero no la severidad del problema, ph-metría esofágica que nos documentará sobre la gravedad y frecuencia de los episodios ácidos de reflujo y la manometría que nos permitirá valorar la motilidad del esófago y la función del esfínter. Con estas pruebas podemos diagnosticarlo sin problemas pero ante los casos de difícil diagnóstico podemos acudir a otras técnicas como la esofagogastroduodenoscopia y la biopsia esofágica.

El tratamiento en principio es conservador, en los lactantes bastará con recomendar una postura elevada después de tomar el alimento, acostarlo en decúbito lateral, elevar la cabecera de la cama y administrar a los lactantes con poca ganancia ponderal fórmulas con espesantes (leches AR). En los niños mayores aconsejaremos pequeñas tomas de alimento evitando ácidos como el tomate, naranjas, menta, chocolate y cafeína. Recomendaremos que pierdan además algo de peso y eviten el alcohol y el tabaco.

Existe además tratamiento médico que irá encaminado a conseguir incrementar el vaciamiento gástrico consiguiendo un aumento del tono del esófago, son los medicamentos llamados procinéticos y por otro lado podemos utilizar anti secretores (sales de magnesio) que bloqueen el efecto del ácido clorhídrico y para disminuir la secreción ácida gástrica en los casos severos utilizaremos antihistamínicos H2 como la ranitidina. En los casos muy severos tendríamos que recurrir a la cirugía que consiste en restablecer la barrera anatómica antirreflujo sin ocasionar una obstrucción al paso del alimento.

El pronóstico en la primera infancia es bueno pero cuando se asocia a complicaciones el tratamiento médico es imprescindible y sus resultados son también alentadores, siendo imprescindible el concurso del gastroenterólogo infantil para controlar el problema.