El rincón del pediatra

Dr. Fernando García-Sala Viguer | Pediatra colegiado Nº 7565

Cuántas veces hemos oído decir a los padres «mi hijo no quiere comer nada», es una de las frases más repetidas en la consulta pediátrica diaria.

Entre las causas que ocasionan que un niño o una niña coman mal hay dos que se dan con más frecuencia. La primera es cuando padecen una enfermedad aguda o crónica que entre sus síntomas aparezca la falta de apetito y como es lógico, al resolverse, volverán a comer como antes. La segunda causa que es en la que me quiero detener, se produce habitualmente por la existencia de unas normas, concesiones y malos hábitos a la hora de dar la alimentación a nuestros hijos.

El hecho de comer debe de ser un acto placentero, divertido y de una duración concreta en el tiempo. Cuando un niño come mal, se produce una situación de estrés familiar importante pues el momento de la comida se convierte en una tortura para todos, pasa de ser un instante placentero a ser un infierno tanto para el niño como para la persona que se encarga de darle el alimento. Atención, es momento de relajarse y buscar en muchos casos una persona externa que se encargue de darle de comer. Además, de todos es conocido que cuando un niño come mal en casa y lo dejamos a comer en la guardería, se suele producir una transformación o un milagro como muchos padres me comentan ya que ese niño que antes comía fatal, ahora en la guardería se lo come todo sin rechistar. Verlo para creerlo. Ya no hay estrés y por tanto reacciona de forma positiva comiéndoselo todo sin rechistar.

Junto con el estrés, los padres en muchas ocasiones añadimos una serie de condicionamientos a la hora de las comidas que van desde que el padre o la madre estén dando saltitos o escondiéndose y apareciendo para llamar la atención del niño y de esta forma al estar distraído no se de cuenta que le introducimos la cuchara en la boca. Otras veces lo ponemos cara a la televisión para que esté de la misma forma distraído y en otras ocasiones cuando nuestra paciencia ha llegado al límite optamos por sujetarle como si de un preso se tratara e intentar meter la cuchara con el alimento a la fuerza lo que ocasionará que el niño cada vez que tenga que comer esté angustiado por lo que le espera y por otro lado lo que conseguiremos es que escupa la comida nada más tenerla en la boca.

Por último, no dar un menú a la carta es decir evitar ofrecerle alternativas de alimentos si existe un rechazo al que tiene en la mesa. Lo que hay para comer es lo que debe de tomar, dejar el plato en la mesa no más de 20 minutos, evitar angustiaros, hacer como si no os importa que el niño no coma. Pasados esos 20 minutos, levantarlo de la mesa y sin comentario alguno seguir haciendo vuestras actividades diarias. No darle nada hasta la hora de la merienda en la que le ofreceremos el vaso de leche con galletas o lo que corresponda, mantener la táctica de los 20 minutos y si no lo quiere recogerlo y esperar a la cena en la que le ofreceremos lo que tengamos preparado para la misma. Si no quiere, lo acostaremos sin reprimirle y a esperar al día siguiente. Seguro que a los pocos días, si nos mantenemos firmes nuestro hijo comerá y no preocuparos si no come en unos días, pues tiene suficientes reservas.

Los pediatras estamos acostumbrados a tratar a este tipo de niños sin utilizar ningún tipo de estimulante del apetito, personalizando en cada caso la actitud a seguir frente a este comportamiento y ofreciendo alternativas que ayudarán a los padres a solucionar el tema. No os desesperéis, seguro que poco a poco conseguiréis que vuestro hijo si es mal comedor, empiece a comer de forma adecuada.